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ruth benzacar, nicolás fernández sanz, 2014, caba, 2015

Luz y oficio

El proyecto se desarrolla en un galpón construido a mediados del siglo pasado, ubicado sobre la calle Ramírez de Velasco, entre Darwin y el cruce ferroviario de la línea San Martín. Su fachada anodina no anuncia el enorme espacio que crece hacia el interior de la manzana, una gran nave industrial cargada de aire y luz, utilizada durante muchos años para el almacenamiento de repuestos industriales.

El propósito de la obra es transformar este espacio en la cuarta sede de la histórica Galería de Arte Ruth Benzacar. La resultante tendrá la difícil misión de suceder a los subsuelos de Florida 1000, lugar que desempeñó un papel clave en el arte contemporáneo argentino a lo largo de los pasados treinta años, y desde el cual la galería alcanzó su actual proyección internacional. La mudanza deja en el recuerdo a las torres de microcentro, la peatonal más famosa de Buenos Aires y las arboledas de la Plaza San Martín. En la nueva vecindad esperan los pastizales que crecen a ambos lados de las vías del mismo nombre y un enjambre de callecitas que intercalan pavimento y adoquines, casas bajas y viejas fábricas. La mudanza coincide con una serie de importantes cambios en la geografía artística de la ciudad y reafirma al circuito de artes visuales que despunta en Villa Crespo como uno de sus nuevos polos.

El proyecto es en esencia una intervención, interesada en aprovechar lo existente sin imponer forzosamente un ideal por sobre lo concreto. Se respetó todo aquello que se encontraba en buen estado de funcionamiento, permitiéndole al galpón sugerir su propia distribución y recorrido.

La planta fue unificada con un piso de cemento alisado que se desprende desde el asfalto de la calle Ramírez de Velasco. Desde allí comienza su trepada a través de la vereda y el portón de garage que sirve de acceso, para luego adentrarse suavemente hasta llegar al muro de exposiciones antepuesto al contrafrente. El cemento del suelo fue peinado para dejarlo libre de escalones, suavizando el desnivel de casi medio metro que se registra entre un extremo y otro del terreno.

La decisión arquitectónica central se apoya en la construcción de una sala en el interior de un galpón. Esta opción se consideró superadora a la alternativa de acondicionar el galpón para disfrazarlo de sala. Es a partir de esta determinación que se piensan y organizan los diferentes espacios que forman parte de las necesidades funcionales de la galería. Un entrepiso preexistente sugería una compartimentación de la mitad norte del espacio principal. Muros de ladrillo común de cuatro metros de altura fueron levantados rodeando la otra mitad, creando allí la sala expositiva principal. Estos muros cumplen la función secundaria de librarla de columnas e irregularidades que eran características de las paredes originales. Su construcción desde cero permitió realizar una pulcra terminación de yeso proyectado y eliminar cualquier zócalo o ficha eléctrica que interrumpa sus planos.

Los servicios y depósitos admiten múltiples recorridos. Están conectados por escaleras con el entrepiso bajo el cual se ubican, y dos puertas pivotantes se abren desde la sala que corre paralela a ellos. La escalera principal, acceso al sector de oficinas, se esconde tras uno de los nuevos muros mencionados anteriormente. Su amplitud y extenso descanso le permitirá que sea utilizada como un espacio apropiable por los artistas y la galería. La llegada de la escalera se conecta con el entrepiso en ángulo recto, y es probablemente éste el detalle más personal que poseerá la galería: una especie de palco desde el cual tener un punto de vista aéreo de las exhibiciones, que se continúa a lo largo del recorrido perimetral. A su izquierda, las oficinas balconean sobre la gran sala de exposiciones y comparten con ésta la luz de la claraboya que recorre el espinazo del galpón.

Se tuvo plena conciencia de que la misión sería la de poder recibir subjetividades muy diversas, permitiéndoles llenar de significado tanto a los nuevos ladrillos como a las viejas cabreadas y techos de chapa. Los atributos necesarios y para los cuales se labró son el silencio y la translucidez. El galpón blanco le gana al cubo blanco en todo tipo de economías: materiales, urbanísticas y simbólicas. La justa ambición del proyecto es la de poseer un espíritu contemporáneo al de las obras de arte que albergará.–

Carlos Huffmann, Nicolás Fernández Sanz.

2014